Para todos aqueles que non teñades moi claro de qué vai o do P-Funk ó que Comomepos adicará a sesión deste sábado, ahí tedes un artigo que el mesmo recomendaba hai un par de semanas, da web Jot Down, no que Emilio de Gorgot nos destripa á perfección o universo Funkadelic-Parliament...
Pequeña guía del universo P-Funk.
En la historia del funk existen tres nombres básicos: James Brown —que inventó el estilo—, Sly Stone —que lo reinventó dándole nuevas formas— y George Clinton, líder de la inagotable factoría P-Funk y responsable de muchos de los grandes momentos de la música de los 70. Al timón de sus dos bandas insignia, Parliamenty Funkadelic (dos grupos formados por los mismos músicos que eran como las dos caras de una misma moneda) y también en su papel como productor y mecenas de multitud de grupos menores y proyectos en solitario de sus músicos, George Clinton hizo del P-Funk una institución, uno de los pilares básicos de la música negra y una perenne influencia en un sinnúmero de bandas de funk, hip-hop y rock. Todo ello aderezado con mucho humor, un gran sentido del espectáculo y un constante caos de fiestas, drogas y descontrol.
¿Qué es el P-Funk? Es la abreviatura de Parliament-Funkadelic o, si lo preferimos, de “pure funk”. Pero además es un mundo aparte. Hablamos de calaveras gigantes que fuman porros enormes en escena; platillos volantes que aterrizan en mitad de concierto; un guitarrista que actúa vestido con unos pañales; otro guitarrista que lleva sombreros gigantes; canciones con nombres enrevesados y estúpidos; letras irreverentes repletas de alusiones a las drogas y el sexo sucio; discos de retorcimiento churrigueresco con títulos de doble sentido y mucha, mucha diversión en sus espectáculos en vivo. Estas son sólo algunas de las credenciales del universo P-Funk: una comunidad de músicos que durante la década de los setenta puso patas arriba la escena y se convirtió en el primer grupo de artistas negros cuyas giras eran capaces de llenar estadios en los Estados Unidos, sin necesidad de formar parte de ningún festival. La comunidad P-Funk estaba a medio camino entre la empresa musical y una comuna de hippies colgados: suena contradictorio, pero sólo podía ser así con un movimiento surgido por obra y gracia del inigualable George Clinton.
George Clinton: el mundo hubiese sido un poco más aburrido sin él.
Clinton había comenzado su carrera en grupos de doo-wop, pero a finales de los sesenta dejó atrás la música tradicional y empezó a interesarse por el rock de Jimi Hendrix, Cream o Frank Zappa. Para formar su propio grupo, Clinton se había fijado en el modo que James Brown dirigía su banda, como una especie de ejército en que James era el líder. El “Padrino del Soul” ejercía como férreo dictador tanto en el aspecto musical como en el económico: controlaba completamente todo aspecto de sus giras, desde cada nota que se tocaba sobre el escenario (solía multar a los músicos que cometían errores) hasta cada pequeño gasto que se hacía en los hoteles, e imponía una disciplina militar sobre sus empleados. George Clinton pensó que aquella estructura piramidal era un acierto empresarial —no en vano James Brown fue uno de los primeros músicos en tener un jet privado— pero optó por no imitar las conductas autoritarias y dejar total libertad a los suyos tanto en el aspecto musical como en el estético y personal. Gracias a ello atrajo a su banda a varios de los antiguos empleados de James Brown, que habían abandonado al Padrino cansados de su estricta rigidez y el ambiente de constante presión laboral que suponía tocar en su banda. Nombres tan relevantes como el bajista Bootsy Collins, que había tocado en éxitos como Sex machine, el saxofonista Maceo Parker o el trombonista Fred Wesley, dejaron el grupo de James Brown y se unieron al loco proyecto de George Clinton. Bajo la batuta de Clinton encontraron un ambiente muy, muy diferente: la fiesta era continua y cada músico podía experimentar lo que le diese la gana tanto dentro como fuera del escenario. George era el líder indiscutible y realizaba multitud de funciones (componer, producir, organizar, cantar, ser el director visible y “frontman” durante los conciertos) pero no se comportaba como un tirano. A su lado los músicos podían dar rienda suelta a su creatividad; eso terminó dándole al P-Funk un sonido único.
Cuando hubo imitado —a su manera— la estructura empresarial de James Brown, George Clinton comenzó a albergar mayores ambiciones. Quería llevar las giras de P-Funk a los grandes estadios, como hacían algunas bandas de rock. El creciente éxito de los discos de Parliament y Funkadelic le permitió empezar a invertir más dinero en escenografía. Por ejemplo, encargó un platillo volante (la Mothership) que aparecía en mitad de concierto y aterrizaba sobre el escenario; de ella salía el Dr. Funkenstein, uno de los varios personajes que George interpretaba en directo. Estos espectaculares números escénicos atrajeron multitudes a sus conciertos y Clinton consiguió su objetivo de tocar en estadios, realizando algunas giras muy espectaculares (es absolutamente recomendable, por no decir imprescindible, el DVD Parliament Funkadelic: The Mothership Connection que nos permite revivir parte de aquella locura. Contiene la filmación de un apoteósico concierto celebrado en 1976 y es una absoluta maravilla).
La música de Parliament Funkadelic era una festiva combinación de funk y rock en la que había sitio para todo: desde los ritmos juguetones de Give up the funk o Do that stuff hasta los fraseos rockeros de Standind on the verge of getting it on o Alice in my fantasies (cuyo riff de guitarra, por cierto, se apropiaron Rage against the machinepara modelar su estilo muchos años más tarde). Las canciones festivas con nombres laberínticos se convirtieron en una marca de la casa: algunos de sus temas tenían títulos tan estrafalarios comoSupergroovalisticprosifunkstication, Sir Nose D’Voidoffunk (Pay Attention- B3M), o Aqua Boogie [A Psychoalphadiscobetabioaquadoloop]. El humor y el aire desenfadado eran un ingrediente básico de sus discos y conciertos, aunque sus canciones también podían contener mensajes sociales y políticos. El mundillo P-Funk se convirtió en el fenómeno más surrealista de la industria musical. Justo cuando la “música disco” —estilo que George Clinton detestó profundamente en su día— estaba en su apogeo, el P-Funk contraatacó editando numerosos discos cada año e inundando el mercado con grabaciones de Parliament, Funkadelic y de muchos de sus miembros en solitario o agrupados en otras formaciones secundarias. La hiperactividad de Clinton y los suyos durante aquellos años dejó un legado impresionante: en menos de una década, los músicos de P-Funk publicaron, literalmente, decenas de discos.
Tres momentos clásicos: la Mothership aterrizando en el escenario, el Dr. Funkenstein saliendo de la nave y la calavera gigante que fuma marihuana.
Desgraciadamente, la elevada inversión que George Clinton necesitaba para sus extravagantes puestas en escena se terminó volviendo en su contra: a principios de los ochenta su colorista imperio se desmoronó a causa de la mala gestión económica. Las naves espaciales, los coches y las calaveras gigantes habían sido caprichos muy caros (más aún con la costosa tecnología de la época). La falta de dinero causó problemas entre George y muchos de sus músicos, que empezaron a abandonarle. Clinton siguió adelante con sus Parliament/Funkadelic pero ni contaba ya con todos sus grandes nombres, ni podía seguir actuando en estadios con parafernalia mastodóntica, ni sus discos —que empezaban a sonar demasiado artificiosos, como les ocurrió a tantos artistas con la entrada de aquella década— tenían ya tanto éxito. Sin embargo su ritmo de trabajo no cesó: intento sin éxito que Sly Stone grabase un disco, produjo el segundo trabajo de sus discípulos Red Hot Chili Peppers… durante unos cuantos años, George Clinton siguió sumido en una actividad frenética. Pese a su adicción a las drogas y los momentos bajos que le ha provocado el consumo de “crack”, George y los suyos han seguido actuando en directo, manteniendo viva la llama del P-Funk hasta hoy en día, una época donde, por suerte, a George Clinton le llueven las alabanzas y homenajes ya sea desde el mundo del hip-hop, del R&B más comercial o del rock. Los artistas que recogen su influencia directa se cuentan por docenas y las canciones de P-Funk han sido versionadas por gente de lo más diversa. Sus discos de los setenta jamás pasarán de moda y las filmaciones de sus conciertos de aquella época se cuentan entre las más espectaculares de las últimas décadas.
Por dónde empezar a escuchar a los mil y un nombres de la factoría P-Funk
Por su volumen, sería impensable comentar la discografía completa del movimiento P-Funk, ni aun limitándonos únicamente a su época de gloria: los años setenta. Pero, dado lo complejo que llegó a ser el universo de George Clinton y los numerosos proyectos producidos o apadrinados por él, resulta muy útil hacer un repaso a algunos de aquellos grupos que lideró y patrocinó, para señalar sus discos más recomendables:
Parliament: el sonido bailable, psicodélico y festivo del P-Funk tiene sus mejor representación en discos comoMothership Connection y The clones of Dr. Funkenstein, que contienen varios de los clásicos más conocidos del estilo. Aunque también es muy recomendable el primer disco del grupo, Osmium, que no es un disco de funk propiamente dicho sino de rock guitarrero al estilo de Jimi Hendrix, pero que resulta igualmente divertido y ya contiene el típico humor gamberro de Clinton, además del arrollador sonido de su guitarrista Eddie Hazel. Y, cómo no, también es imprescindible el espectacular directo Parliament Live.
Funkadelic: la otra mitad de la nave insignia del P-Funk. Para muchos su gran disco es Maggot Brain, en el que se mezclan diversos estilos, pero son también muy recomendables trabajos más orientados al funk como Cosmic slop, Standing on the Verge of Getting It On, Let’s take it to the stage, Hardcore jollies y Tales of Kidd Funkadelic, así como sus discos más exitosos —con un sonido algo más “moderno”, aunque igualmente adictivo— One nation under a groove y Uncle jam wants you.
Bootsy’s Rubber Band: la banda del bajista Bootsy Collins —uno de los individuos más carismáticos de la industria musical— con la que grabó varios divertidísimos discos durante los setenta. Son especialmente recomendables Bootsy? Player of the year y Ahh…The Name Is Bootsy, Baby! Por descontado ambos discos suenan a P-Funk y están repletos de humor surrealista; además la voz grave de Bootsy, que recuerda a algún extraño personaje de dibujo animado, les da un aire especialmente estrambótico y entrañable. Música muy juguetona y bailable, para empezar el día de buen humor.
Eddie Hazel: otro peso pesado, la figura más reconocible del P-Funk junto a George Clinton y Bootsy Collins. Guitarrista virtuoso, discípulo de Jimi Hendrix y a veces apodado “el Zappa negro”, fue descubierto por Clinton cuando Eddie sólo tenía diecinueve años. Las drogas le hicieron tener una conducta irregular y nunca le sacó todo el jugo a su enorme talento. Su único disco en solitario de los setenta (Game, Dames and Guitar Thangs) es un testimonio de ese talento: basta escuchar su extraordinaria versión de California dreamin’ con guitarras al estilo Hendrix para convencerse de que Hazel fue uno de los grandes guitarristas de rock de su tiempo.
Brides of Funkenstein: el trío formado por las coristas de Parliament y Funkadelic grabó dos de los mejores discos de funk de los setenta. Ambos trabajos llevan el sello inconfundible de George Clinton, pero el hecho de estar cantados por las poderosas voces femeninas le confiere un plus de fuerza y soul. Funk or walk y Never buy Texas from a Cowboy son dos discos un tanto olvidados pero imprescindibles para cualquier amante del funk. Canciones como Amorous, Birdie o Party up in here son de lo mejor que se ha hecho nunca en el género. Por desgracia, el imperio P-Funk se derrumbó cuando estaban grabando su tercer LP, que nunca llegó a ver la luz.
Parlet: el otro gran grupo femenino de la factoría P-Funk, aunque con un sonido menos guerrero que las Brides of Funkenstein. Un buen disco para empezar a escucharlas es su tercero y último, que llevaba por título el ocurrente doble sentido Play me or trade me.
Fred Wesley & the Horny Horns: la sección de vientos de P-Funk también tuvo su momento de gloria. Liderados por el trombonista Fred Wesley —aunque, como siempre, con George Clinton entre bastidores— publicaron un par de LPs: A Blow for Me, a Toot for You y Say Blow by Blow Backwards. Títulos, cómo no, con los dobles sentidos sexuales típicos del P-Funk.
Bernie Worrell: el teclista de P-Funk y una de las figuras más legendarias del estilo únicamente grabó un disco en solitario durante los setenta: Woo together. Pero ya por la increíble canción que da título al disco merece la pena la escucha.
Las Brides of Funkenstein grabaron varios de los temas funk más impactantes de los 70.
Quazar: prometedor grupo formado por Glenn Goins, talentoso ex-vocalista y guitarrista de P-Funk , que acababa de abandonar el entorno de George Clinton. Sólo publicaron un único —aunque extraordinario— disco, llamado sencillamente Quazar, producido por el propio Goins. Aunque no era estrictamente un producto de P-Funk, ese sonido está por todas partes y también mostraban influencias de Graham Central Station o Kool & the Gang. En definitiva, una verdadera maravilla de disco que auguraba un gran futuro para la banda. Desgraciadamente, Glenn Goins murió a los veinticuatro años de un fulminante cáncer linfático, sin tener tiempo siquiera de poder ver publicado el disco. Una tremenda pérdida.
Mutiny: otro producto de un ex-Parliament, el batería Jerome Brailey. Formó la banda tras pelearse agriamente con George Clinton por cuestiones de dinero (el nombre del grupo, “motín”, lo dice todo) y publicó un par de discos en los que, además de meterse con Clinton en alguna que otra canción (Voyage to the bottom of the P) se acercaba mucho al sonido juguetón de Bootsy Collins y su Rubber Band, aunque en un escalón inferior en cuanto a capacidad de impacto. Sus dos LPs se llaman Mutiny on the Mamaship y Funk plus the one. Brailey podía estar peleado con George Clinton, pero el sonido P-Funk planea continuamente por ambas grabaciones.
Hasta aqui, el repaso a lo fundamental del sonido P-Funk en los años setenta. Durante las décadas posteriores, los numerosos miembros y ex-miembros de P-Funk se han visto envueltos en infinidad de proyectos (este mismo mes, nuestra compañera Marta comenta
el último disco del inimitable Bootsy Collins) pero ello daría para otro artículo completo. De momento hay más que suficiente para adentrarse en la música, la imaginería y el fantástico universo de George Clinton y sus
funkateers del espacio.
Nos vemos en la Mothership.