Aunque no lo parezca la actualidad discográfica es quien rige y ordena esta columna, enviándonos a momentos y lugares insospechados, a creaciones descontextualizadas, o simplemente recordándonos artefactos sonoros cercanos y evidentes. Dos años después de nuestra primera entregaretomamos la pista alemana de la mano de Soul Jazz Records, que acaba de publicar Deutsche Elektronische Music, un volumen doble que compila a modo pedagógico muchas de las posibilidades de una escena realmente infinita. Para versados en la materia poco aporta al margen de un par de temas difíciles de encontrar, además de la calidad impecable del sonido. Pero para quienes todavía no se hayan rendido a esta locura que asombró al mundo es una oportunidad excelente para comenzar.
En aquella primera entrega sobre el KrautRock alemán centramos nuestra atención en las enseñanzas del polémico Karlheinz Stockhausen y en las peripecias de dos bandas fundamentales, CAN y Neu!. Donde los primeros representan a la banda de rock alemana más clásica, el rock total, la libertad absoluta, para la que todo era absorbible y reproducible, y cuyos resultados cambiaron el rumbo de la historia de la música popular, aplicando todas las teorías de Stockhausen pero sin emplear la electrónica, siempre desde el formato de una banda de rock; aunque sus miembros sí la han empleado habitualmente en sus trabajos en solitario, sobre todos en los casos de Holger Czukay (mención especial a “Canaxis”, ya de 1968, empleando la radio como un instrumento más), Irmin Schmidt y sus Masters of Confusion, renovando el drum’n’bass a base de cacharrería analógica (con theremines, maquinaria industrial, etc) o los recientes trabajos de Kaki Liebezeit con Club Off Chaos. Mientras que Neu! representan el sonido kraut-rock por excelencia, lo que habitualmente identificamos como rock electrónico a base de metrónomo hecho por y para cabezas cuadradas, aunque en realidad ya sabemos que hay mucho más.
Respetemos el formato de aquella primera entrega, centrándonos en dos bandas totalmente opuestas en la forma, pero no en el fondo. La República Federal Alemana de finales de los 60 era un auténtico polvorín de ideas. La revolución cultural y social de finales de la década provocaba en cada sociedad un efecto distinto. Los jóvenes alemanes comenzaron por rechazar el sentimiento de culpabilidad colectiva que atenazaba a la generación anterior, se sacuden todos sus complejos, rechazan la tutela internacional (sobre todo estadounidense) y todo lo antiguo, y en consecuencia se trabaja en la construcción de una nueva sociedad alemana. Evidentemente todo esto se tiñe de política extrema y actuaciones radicales (desde la Kommune 1 berlinesa a la Fracción del Ejército Rojo); pero lo que nos interesa es la música: a una nueva sociedad, una nueva música, el Kosmische Rock. En realidad el término Kraut Rock fue acuñado por la prensa musical británica para etiquetar a la amalgama de bandas germanas, aunque los propios protagonistas siempre rechazaron el término. Si en la anterior ocasión visitamos las cercanas Düsseldorff y Köln, esta vez seguiremos los patrones de CAN (la no-electrónica) en la ciudad de München.
Amon Düül II:
Esta banda surge en una comuna de muniquesa del mismo nombre, donde las artes estaban al servicio de la política de extrema izquierda. Entre sus muchos canales de expresión surge una banda, Amon Düül (luego conocidos como Amon Düül I) en los que la música era una consecuencia creativa de la ideología política y las drogas. Sin tener muy claro el concepto de banda ni la identidad de sus miembros llegaron a publicar cinco álbumes entre 1969 y 1972, y uno posterior en 1983, aunque habitualmente se cree que todos ellos son sesiones grabadas en 1969 que se fueron editando posteriormente. Su formato era abiertamente de folk sicodélico por cuanto apenas se les considera como una banda Kosmische excepto por un álbum, el aclamado “Paradieswärts Düül” publicado en 1970. Como en todas sus obras usaban instrumentos acústicos para hacer sus raras estructuras, pero en esta ocasión con especial hincapié en la melodía evolutiva e hipnótica, quizás influenciados por los primeros trabajos de CAN en su Inner Space.
A finales de los 60 las tendencias más radicales se hacen con el control de la comuna Amon Düül y en 1970 crean Fracción del Ejército Rojo (o casi más conocidos como Banda de Baader-Meinhof), mientras que los miembros más interesados por la música y contrarios a la violencia abandonan la comuna, y forman una nueva banda: Amon Düül II.
Chris Karrer, Peter Leopold, Falk Rogner, John Weinzierl y Renate Knaup son los miembros de Amon Düül II, que desde 1969 llega hasta la actualidad con un solo un interludio de silencio en la década de los 80, y convirtiéndose desde sus inicios en uno de los bandas de referencia de la nueva música Kosmische. Siempre innovadores e inclasificables, su música lo abarca todo, desde sencillas instrumentaciones acústicas a las más complejas interpretaciones de las teorías de Stockhausen, todo es posible. Pero de la treintena de álbumes que nos traen hasta su última producción en 2009 (“Life in Finnland”), quedémonos con sus dos primeras publicaciones.
Ya en 1969 Amon Düül II publican su polémico debut “Phallus Dei” (Repertoire, 1969), considerado como uno de los principales álbumes de kraut, una de esas obras fundacionales de un movimiento renovador, con un repertorio innovador y oscuro, de ritmos hipnóticos y complejas melodías de estética orientalizante en ‘Kanaan’, la saturación de cambios y efectos en ‘Dem Guten, Schönen, Wahren’, la apabullante complejidad rítmica extrema de ‘Luzifers Ghilom’, hasta llegar al mastodóntico Falo de Dios, agobiante y contundente, rápido e inabarcable. Toda una experiencia, solo rota por la extraña ‘Henriette Krotenschwanz’, una mezcla entre marcha militar e himno popular de una alegría y una esperanza desconcertantes.
Y al año siguiente llega el apabullante “Yeti” (Liberty/Repertoire, 1970), su gran obra maestra, contundente y estremecedor como la guadaña de su portada (y no menos la señora, ¿o señor?, que la porta). “Yeti” es denso y enérgico, con capas y capas de energía oscura. Es complejo en la forma y en el fondo, la cumbre de su discurso teórico, e insuperable en lo formal, a pesar de ser 100% artesanal. Es una obra que no siempre aparece en esas recurrentes listas de los mejores álbumes de la historia, pero que desde la primera toma de contacto cobra una dimensión superior, el espectador alucinado toma consciencia de estar ante algo grande, muy grande…
Editado en su formato original como un doble vinilo, ambos funcionan como dos partes diferenciadas, la primera con composiciones y la segunda con improvisaciones. La suite inicial ‘Soap Shop Rock’ en sus cuatro partes repasa en 13 minutos todos los estados de animo posibles sin un solo pasaje para el relajo. Efectos de guitarra, bajo y batería, con juegos de voces, sin más, nunca dieron resultados tan sublimes. Como hemos dicho, ese era uno de sus puntos fuertes, la artesanía de su trabajo, no había trampas, simplemente intentar trasladar a un vinilo lo que hacían en directo. Pero es quizás la segunda cara de la obra la que ofrece más matices, repartidos en cinco cortes de duración más convencional, desde la inicial ‘Archangels Thunderbird’ (quizás el tema más sobresaliente del álbum, o al menos el más popular) con unos riffs de guitarra mucho más reconocibles para el público; o los ejercicios de sicodelia oriental de ‘Cerberus’ que adelantaban muy de largo a todos sus colegas británicos y estadounidenses, conjuntando lo eléctico y lo acústico, diversas percusiones manuales, un sitar que pocas veces ha sido tan aprovechado en el mundo occidental; la sencillez y contundencia de ‘The Return of Ruebezahl’ o las tormentas de feedback y saturación de ‘Eye-Shaking King’ haciendo toda una demostración de fuerza y dominio de las posibilidades de los efectos de las guitarras, para volver al desasosiego inicial con ‘Pale Galery’ que pone fin a esta primera parte con la sensación de que un enorme peligro se acerca.
Y ese no debería ser otro que el ‘Yeti’, que ocupa por completo la tercera cara, el comienzo de las improvisaciones con desvaríos de escalas, distorsión y voces guturales que dan paso a la locura con base free-jazz, y atuendo sicodélico para tras 18 minutos volver a comenzar en la última cara con ‘Yeti talks to Yogi’, que da paso a la única de las improvisaciones en formato acústico ‘Sandoz in the Rain’, que nos relaja después de la tormenta, pero de un modo que nunca llega al sosiego absoluto. Una segunda parte con tres piezas para escuchar de tirón y dejarse llevar por la sugestión que provocan, quien disponga de 38 minutos para cerrar los ojos, ¡¡¡que lo haga!!!
Sus siguientes trabajos siguieron las mismas pautas, con la obsesión de no repetirse jamás, y casi siempre lo han conseguido hasta nuestros días, en ocasiones más cercanos al rock progresivo, otras volviendo a la pura sicodelia, o al folk, y otras poniendo adornos contundentes al free-jazz, pero en su vasta e hiperactiva carrera nunca con el resultado del insuperable “Yeti”, que ya es mucho.
Pero volvamos al origen de esta columna, el recopilatorio Deutsche Elektronische Music, del que ya hemos contado sus cualidades pedagógicas, con una pega, una gran pega, que no aparece nuestra siguiente banda:
Guru Guru:
Mani Neumeier (bateria), Uli Trepte (bajo) y Ax Grenich (guitarra) se conviertieron en 1968 en The Guru-Guru Groove Band, luego reducido a Guru-Guru, el power trio por excelencia de la escena kosmische germana. Neumaier era ya una conocida figura en el mundo del jazz, y habitual de las jam sessions en las que participaban todas las grandes figuras germanas del momento. De ese modo fue muy sencillo encontrar con quién montar una nueva banda para emular la escena del Swinging London y la British Invasion, pero siempre con una obsesión por Frank Zappa. Así comenzaron emulando a otros power-trios de renombre, como The Jimi Hendrix Experience, Cream, o The James Gang, practicando un rock alucinado y lisérgico, tomando el LSD como bandera como única premisa el resto estaba por llegar. Junto con My Solid Ground son la banda con un sonido más británico y cercano al hard-rock de toda aquella escena.
Pero con el currículo de Neumeir podemos imaginarnos sus exigencias con sus compañeros, y también que las únicas indicaciones previas a la grabación de las sesiones no eran más que unos cuantos garabatos que cada uno de ellos debería interpretar sin perderse… y así hasta hoy. Su último álbum data del año pasado, en medio 29 álbumes en 40 años de carrera, en la que mayoritariamente han mantenido la esencia de su sonido primigenio, aunque salpicada con álbumes en los que el jazz salía directamente a flote, e incluso los ritmos funk llevaban el peso de la obra, aunque con los años Neumeier continuó dando rienda suelta a esas otras inquietudes en decenas de proyectos paralelos con otras tantas figuras del kosmische rock. Hasta aquí todo normal, dentro de lo que es una banda de rock, salvo que tenía un fundamento teórico, que a diferencia de sus compañeros de viaje no era la de probar sus límites creativos, ni explorar los límites de la libertad, ni mucho menos contrastar teorías compositivas, sino convertirse en un elemento que provocara al oyente. Partiendo de que como ellos consumían LSD, y dando por echo que todos sus oyentes también estaban colocados, la función de su música era enervar al sujeto, buscar la disfunción de la psychea través de hipnosis, la distorsión y los vendavales de ruido. Quizás su tesis falla desde el segundo supuesto, aunque el resto es opinable. Pero lo cierto es que el resultado está en algunos álbumes imprescindibles como “Hinten”, “Känguru”, “Guru Guru” o el fantástico “Der Elektrolurch” todos ellos entre 1970 y 1974. Pero de entre su prolífica producción durante los años 70 nos centraremos en su debut: “U.F.O.” (OHR Recs) de 1970. Si antes comentábamos las filias con otros power-tríos y lo británico de su propuesta, hay que reconocer que este primer asalto casi tiene más relación con Black Sabbath que con los anteriormente mencionados, al menos por lo oscuro de la propuesta y lo contundente de las guitarras, que parecen totalmente libres entre las filigranas explosivas de la percusión y uno de los bajos más poderosos de la historia del rock. Totalmente instrumental excepto unos cuantos intentos de exabruptos que ni siquiera llegan a serlo, el álbum funciona en dos planos, y por supuesto dos mitades, la cara a, con ‘Stone In’, ‘Girl Call’ y ‘Next time see you at the Dalai Lhama’, que son auténtica angustia y rabia contenida, y la cara b, con ‘UFO’ y ‘LSD-Marsch’ que simbolizan un viaje hacia el abismo de los terrores psíquicos de Neumeier. Por supuesto muchos de sus álbumes posteriores, son muchísimo más accesibles y de gran calidad, y más recomendables (yo personalmente me quedo con el doble “Der Elektrolurch”) pero quizás sea éste el único en el que realmente consiguen todos sus objetivos.
Y ya lo dejamos por hoy, sin moraleja ni nada similar. Solo con la promesa de que la próxima entrega germana será sobre Kraftwerk. Prometido…
Mon Falcón.
*Para ver enlaces, discografías, videos e demáis ... ide ó artigo orixinal:
[Publicado en Libro de Notas o 24-abril-2010]
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